lunes, 22 de octubre de 2012

Formación en la Empresa

Nuestras empresas se desenvuelven en un escenario ambiguo, sometido a constantes y rápidos cambios. Alcanzar una posición de liderazgo estable en el mercado actual es cada vez más difícil y sólo lo consiguen las empresas que disponen de los trabajadores mejor preparados y más motivados. Y en este momento usted pensará que esas empresas serán las que mejor y más rápido se adapten a los cambios que se produzcan en su sector y en su sociedad, ¿verdad? Pues NO. Las empresas de éxito serán, de hecho ya son, no las que se adapten al cambio, sino las que lo provoquen y protagonicen.
 
Cambio en sus trabajadores para lograr la máxima motivación, creatividad, productividad, calidad y enfoque hacia el cliente de todos ellos; cambio en sus directivos para que se anticipen a las necesidades del mercado y de la sociedad en la que están integrados; cambio, en definitiva, en la propia sociedad, influyendo en sus tendencias, gustos y necesidades.
 
Hasta aquí he repetido la palabra “cambio” en varias ocasiones y su sinónimo “transformación” otras tantas. Es fácil hablar de cambio; lo difícil es desarrollarlo, asumirlo. ¿Ha observado usted la enorme resistencia al cambio que todos presentamos? Estamos cómodos en nuestra rutina y si algún proceso que venimos haciendo de la misma manera durante años se modifica, nos sentimos inseguros hasta que conseguimos familiarizarnos con la novedad. El cambio nos asusta, merma nuestra autoconfianza. “Si nos ha ido bien haciéndolo así toda la vida, para qué cambiar”, es una frase que habrá escuchado en alguna ocasión ante una propuesta innovadora. Y es que desconfiamos del cambio por lo que tiene de incierto y de desconocido; sin embargo, si existe la formación necesaria, el cambio no será un salto al vacío, sino una reorientación dirigida de nuestros pasos hacia el éxito.
 
En el mundo de la empresa, la formación irá orientada a dos posibles aspectos de las
 
personas que la constituyen:
  • Actitud (se quiere modificar la actitud de un trabajador, de un grupo de trabajadores o del conjunto de la empresa hacia los clientes, la dirección, los compañeros, la sociedad, el cambio, etc.).
  •  Aptitud (se quiere dotar a las personas a quienes va dirigida la formación de los conocimientos, habilidades o destrezas que les permitan enfrentarse a una tarea determinada, a una innovación laboral, a una exigencia concreta de un cliente, etc.).
 
En la empresa son los distintos departamentos o unidades de negocios los que demandan una formación determinada para sus trabajadores en base a las necesidades detectadas.
 
El trabajador podrá trasladar un deseo personal en este sentido y la dirección podrá o no tenerlo en cuenta, pero la formación en la empresa no es una acción a demanda del trabajador, sino una respuesta meditada de la organización a sus necesidades, siempre con la intención de fortalecerse.

martes, 9 de octubre de 2012

EL OTRO LADO DE LA EFICIENCIA

Las tensiones de la vida moderna, la hipercompetencia en el terreno individual y empresarial, la exigencia de un constante perfeccionamiento profesional, etc., son situaciones que tienden a alterar el estado emocional de la mayoría de las personas consideradas normales, llevándolas al borde de sus propios límites físicos y psíquicos. El resultado, a menudo, es el desequilibrio emocional. Este desequilibrio no sólo afecta la vida más íntima de una persona, sino que afecta su trabajo y su desarrollo profesional, porque las emociones desempeñan un papel importante en el ámbito laboral. De la ira al entusiasmo, de la frustración a la satisfacción, cada día nos enfrentamos a emociones propias y ajenas. La clave está en utilizar las emociones de forma inteligente, para que trabajen en beneficio propio, de modo que nos ayuden a controlar nuestra conducta y nuestros pensamientos en pos de mejores resultados.


Por otro lado, cada uno de nosotros influye en el estado de ánimo de los demás. Es perfectamente natural influir en el estado emocional de otra persona, para bien o para mal; lo hacemos constantemente, contagiándonos las emociones como si fueran el más poderoso virus social.

Podemos verificar hoy una tendencia mundial en la demanda de recursos humanos , que valora la capacidad de interrelación emocional tanto como la capacitación técnica. Porque tanto el trabajo como el aprendizaje son sociales.

Las organizaciones son “redes de participación”.

Para lograr un desempeño efectivo en los trabajadores la clave está en inyectar entusiasmo y compromiso, dos cualidades que las organizaciones o empresas pueden crear, pero no imponer.

Hoy no basta con un alto coeficiente intelectual para triunfar profesionalmente, para competir o para desarrollar una empresa; se requiere un control emocional adecuado, que nos permita tener una interacción armónica en nuestro ambiente laboral: socios, colegas, empleados, proveedores, clientes, etc.

Sin duda alguna, la inteligencia emocional no es una varita mágica; no garantiza en una empresa una mayor participación en el mercado ni un rendimiento más saludable. La vida de toda corporación es extraordinariamente fluida y compleja. Ninguna intervención, ningún cambio por sí solo, puede arreglar todos los problemas. Pero si se ignora el ingrediente humano, nada de lo demás funcionará tan bien como debería.

Las empresas cuya gente colabora mejor tienen ventaja competitiva. En ese sentido, las facultades de la inteligencia emocional funcionana conjuntamente con la inteligencia cognitivas; los trabajadores excelentes poseen las dos.

Cuanto más complejo es el trabajo, más importante es la inteligencia emocional, aunque sólo sea porque la deficiencia en estas facultades puede dificultar la aplicación de la capacidad técnica e intelectual que se tenga.