Podriamos decir que
la Teoría de los Rasgos es la que menos nos habla de la Eficacia del Liderazgo,
ya que parte del presupuesto que ser líder es el resultado de características
personales. Este presupuesto conduce, naturalmente, a la aceptación casi
automática de la excelencia de los
líderes y de su eficacia intragrupo. Es decir, que por el hecho de ser líder,
ya eres eficaz. Y por tanto, cualquier fracaso es interpretado no como síntomas de ineficacia
del líder, sino como obstáculos insuperables o como fallos del grupo dirigido.
Los éxitos y
fracasos del líder, son vistos como problemas circunstanciales, puntuales, que
afectan el bienestar y el futuro del equipo, pero no afectan directamente el
liderazgo.
Las teorías del
comportamiento interaccional en grupo introducen de manera explícita la
cuestión de la eficacia. Al descubrir dos categorías de comportamientos en el proceso de liderazgo – la iniciación a
la estructura (u orientación de tareas), y a la consideración (u orientación de
relaciones interpersonales) – concebirán naturalmente la idea de la combinación
más eficaz de las dos. Así, las diversas
combinaciones de estas variables constituirán
diversos estilos de liderazgo: de esos estilos, uno sería el eficaz por
la conjugación de los comportamientos relacionales y de tarea. Si un líder
consiguiese conjugar en su
comportamiento grupal la respuesta a los desafíos de la tarea y la necesaria
atención a los sentimientos de las personas, su liderazgo sería eficaz.
Para los autores que
se integran en las concepciones situacionales o contingentes del liderazgo, la
eficacia es definida con relación al interior del grupo, como si todas las
situaciones fuesen abstractas, como si todos
los grupos fuesen unidades uniformes, sin la enorme variedad de personas
que en la realidad los constituyen.
Para los autores
situacionales y contextualistas, la eficacia de un líder es una conjugación de
factores personales, grupales y situacionales, no pudiendo ser tratada de forma
lineal. Según éstos, para poder considerar
eficaz un estilo de liderazgo, se debe caracterizar la situación en la que el
líder opera. La caracterización de esta situación es hecha por la elección de
una variable estratégica en relación con la cual el modo o estilo de liderazgo
va a ser definido.
Según J. Kotter, el
liderazgo eficaz consiste en alcanzar una visión que tenga en cuenta los
intereses a largo plazo implicados en esa actividad; en elaborar una estrategia
racional que permita llegar muy cerca de esa visión; obtener el apoyo de los
centros de poder en términos de
cooperación, benevolencia y el espíritu de equipo; y motivar continuamente a
las personas que son parte determinante en la aplicación de tal estrategia.
Según lo que dice
éste autor, el liderazgo no se comprende generalmente con “management”, aunque
los dos son ciertamente incompatibles (realmente los dos son independientes en
las funciones de dirección). El
“management” consiste esencialmente en un proceso de planificación de la
organización y de control de ciertas actividades en las cuales se usa técnicas
científicas de autoridad formal.
Como conclusión,
decir que el liderazgo eficaz en las empresas, es hoy en día una necesidad muy
importante y requerido en las grandes empresas debido a su complejidad. Se
llama habitualmente el “espíritu de la empresa”. También puntualizar que un
líder eficaz suele elaborar una visión y una estrategia teniendo en cuenta los
intereses legítimos de otros individuos y también de otros grupos en el seno de
la organización. Su eficacia reside en parte en este punto.
El papel del liderazgo
efectivo en un entorno competitivo en calidad
El liderazgo efectivo se basa en el
compromiso de la dirección con la gente para la mejora incesante de la calidad.
Le corresponde al líder iniciar y comandar el proceso. Su papel es inspirar
confianza y crear las condiciones para que las personas aprendan de la
experiencia y consigan resultados cada vez mejores.
Así pues, podríamos llegar a pensar que en el
liderazgo efectivo, la cultura de la calidad exige abandonar la antigua
orientación a los resultados y sustituirla por el enfoque hacia el proceso. Hoy
se acepta que la calidad se logra haciendo que todos trabajen para satisfacer
las necesidades de los clientes y ello jamás se conseguirá con publicidad,
metas o cuotas numéricas, sino seguramente a través de un liderazgo efectivo.
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